martes, 30 de octubre de 2012

UNIDAD V- TEATRO DEL SIGLO XX- JACOBO LANGSNER

Antonio Gasalla en la versión fílmica de "Esperando la carroza"

JACOBO LANGSNER

Fecha de Nacimiento: 23 Junio 1927

País: Rumania

Nacionalidad: uruguayo

Biografía

Jacobo Langsner, dramaturgo de fuerte presencia en el teatro uruguayo a partir de 1950.
Nacido el 23 de junio de 1927 en Romuli, Rumania, desde los tres años reside en Montevideo.
Se ha convertido en un autor rioplatense con éxitos tanto en teatro como en cine (la adaptación cinematográfica de Esperando la carroza y de "Una margarita llamada Mercedes" (que en cine se llamó Besos en la frente) y en TV.

Su estilo impregnado de humor negro saca a la luz los absurdos e hipocresías de una cierta mentalidad popular.



Teatro:


El hombre incompleto - Sala Verdi, Montevideo,1951
El juego de Ifigenia - Teatro Solís, Montevideo, 1953
Los artistas - Sala Verdi, Montevideo 1954
Los elegidos- Estreno simultáneo en Buenos Aires y Montevideo, 1958
Esperando la carroza - Comedia Nacional, Montevideo, 1962
Ocho espías al champagne - Sala Verdi, Montevideo 1971
El tobogán - Teatro Odeón, Montevideo, 1973 dirigida por Omar Grasso con China Zorrilla
Una corona para Benito - Compañía China Zorrilla. Teatro Odeón, Montevideo 1973
El terremoto - Compañía Virginia Lago, Buenos Aires
La gotita - Compañía Brandoni-Bianchi, Buenos Aires

En el año 1975 viaja a Madrid donde permanece por espacio de siete años, durante los cuales se estrenan Esperando la carroza, en el Teatro del Centro y Paternoster en el Teatro Payró en el año 1981.

Regresa al Uruguay en 1981.



1981 La planta - Comedia Nacional, Montevideo



1984 Una margarita llamada Mercedes - Compañía China Zorrilla

De mis amores con Douglas Fairbanks - Teatro El Galpón, Montevideo 


1992 Locos de contento - Compañía Oscar Martínez- Mercedes Morán.

Otros paraísos - Norman Briski y Cristina Banegas, Teatro Municipal Gral. San Martín, Buenos Aires y Comedia Nacional, Montevideo.

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LA OBRA TEATRAL (1962)

ESPERANDO LA CARROZA- JACOBO LANGSNER


"Esperando la carroza" es una comedia teatral de Jacobo Langsner, pero con la particularidad de que en nuestro país no fue ni es cualquier comedia; ya veremos por qué.
Estrenada en Montevideo, el 12 de octubre de 1962 en la sala Verdi de la Comedia Nacional. La versión porteña se estrenó en Octubre de 1975 en el Teatro Centro donde estuvo en cartel, de lunes a sábados hasta Mayo de 1976. Pero es cuando llega al cine en 1985 con dirección de Alejandro Doria y guión adaptado de este y Jacobo Langsner que la obra, podríamos decir, se vuelve un clásico.
Se suele clasificar a "Esperando la carroza" como "grotesco costumbrista", pero a nuestro criterio y si se permite una nueva clasificación podríamos decir que "Esperando la carroza" es una "comedia de reproches", más exactamente una "comedia de reproches familiares".
A pesar de que no hay casi nadie que no conozca la historia de esta pieza teatral de Jacobo Langsner que el cine, como dijimos, terminó de inmortalizar, no está de más refrescar la memoria.
Es la historia de tres hermanos (Jorge, Sergio y Antonio) con sus respectivas esposas (Susana, Elvira y Nora) que no quieren hacerse cargo de su madre octogenaria (Mamá Cora) y como se dice vulgarmente "se pasan la pelota" unos a otros con tal de no llevar a vivir a Mamá Cora con ellos; es decir nadie se quiere hacer cargo de la anciana.
La acción transcurre en casa de Sergio y Elvira un "plácido domingo familiar" (a decir de Antonio) que toma exactamente el rumbo opuesto a lo que Antonio sugería: Mamá Cora desaparece y todos la dan por muerta, entonces la velan en esta casa (el cuarto de la Matilde exactamente, la hija de Sergio y Elvira), pero por un "error" no es a Mamá Cora a quien velan sino a una desconocida (una húngara exactamente) resultando que Mamá Cora está viva y aparece al final de la obra para darle un cierre de características desopilantes que no deja de rayar con lo grotesco y reflexivo. 
Mientras esto (que podemos decir es la historia principal) acontece se irán tejiendo y destejiendo entre hermanos, cuñadas y cuñados vínculos y asociaciones que serán para decirlo claramente: desastrosos. Saldrán a luz celos, recelos, envidias, críticas, engaños, sin ningún tipo de miramientos o alicientes sino de una forma directa y frontal, es decir: reproches. Por esto rebautizamos a esta comedia como "comedia de reproches familiares".
LA PELÍCULA (1985)
Antes se dijo que "Esperando la carroza" no es cualquier comedia, y efectivamente no lo puede ser para ningún argentino después de la versión cinematográfica (1985) donde los personajes creados por Langsner se inmortalizaran en Julio De Grazia (Jorge), Mónica Villa (Susana), Juan manuel Tenuta (Sergio), China Zorrilla (Elvira), Luis Brandoni (Antonio), Betiana Blum (Nora) y la inolvidable caracterización y actuación de Antonio Gasalla (Mamá Cora) que se perpetuó como personaje emblemático hasta nuestros días. Por esta razón podríamos asegurar que no hay persona que haya visto "Esperando la carroza" que no encuentre identificación con estos personajes tan pototípicos de una clase media en baja, o que no haga suyo alguno de los parlamentos de los personajes: ¿quién no recuerda "yo hago ravioles, ella hace ravioles" o "¿Sabés qué tenían para comer?... tres empanadas"? entre algunas de las tantas. Esta es una obra que más allá de la temática (que no pierde vigencia en nuestro país) que es la situación del desplazamiento o "descarte" de la tercera edad, está tanto en la cabeza como en el corazón de la gente.



Texto realista, que combina el grotesco, la sátira, el humor negro, la ironía con una despiadada crítica a la clase media, sus costumbres, vínculos, hiprocresías.

Una típica comedia costumbrista en la que abundan las confusiones y situaciones entre parientes que discuten en medio del velorio de Mamá Cora, la abuela que supuestamente se habría suicidado tirándose a las vías de un tren.


Una amarga sátira de la idiosincrasia rioplatense, la realidad de la década del 70 y el desplazamiento de los miembros de la tercera edad. 
Curiosidades:


*La pelicula estrenada el 6 de mayo de 1985 esta inspirada en la obra de teatro homónima de Jacobo Langsner estrenada por nuestra Comedia Nacional en 1962, dirigida por Sergio Otermin. Se convirtió en rotundo éxito teatral años más tarde en la versión del Teatro Circular bajo la dirección de Jorge Curi, extendiéndose por 7 años el éxito en cartel. 


* La pieza teatral se estrena en 1975 en la República Argentina en el Teatro del Centro.

* La primer adaptación de Esperando la Carroza para televisión se realizo en 1978 en Canal 9, aquella versión la protagonizaban China Zorrilla, Pepe Soriano, Raúl Rossi, Dora Baret, Alberto Argibay, Lita Soriano, Alicia Berdaxagar, Marta Gam y Hedy Crilla, la gran maestra de actores, en el papel de Mama Cora. Aquí China Zorrilla personificaba a Susana, papel que luego haría Mónica Villa en cine.


* Los productores y actores tenían sus dudas con respecto a la película por las críticas negativas que recibió de parte de la prensa antes del estreno para publico, sin embargo el filme se convirtió en un éxito impensado, tanto que los diálogos de la película han impuesto latiguillos y expresiones que se han incorporado al acerbo popular argentino.http://es.wikiquote.org/wiki/Esperando_la_carroza


* El personaje Mamá Cora, originalmente fue ofrecido a Niní Marshall y luego que esta lo rechazó, lo realizó Antonio Gasalla.

*La película representó a la Argentina en el Festival de Cine de San Sebastián en 1985.


*En esta película se ve un guiño a la película La nona (1979), donde también un hombre (Pepe Soriano) interpreta a una anciana abuelita (La nona).


*La casa donde transcurren las principales escenas, se encuentra en el barrio de Versalles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la calle Echenagucía, muy cerca de la plaza Ciudad de Banff, y fue declarada "Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires".


* Todos los 31 de diciembre la televisión cubana recibe el año nuevo con la proyección de esta película.


* Esperando la Carroza se convirtió en la película fetiche de la comunidad gay rioplatense.


* En la adaptación que Alejandro Doria lleva al cine el personaje de Mamá Cora toma más relevancia llevando el eje de la historia.



Ver la película completa:

http://www.youtube.com/watch?v=J_X0qxVCzZk

miércoles, 10 de octubre de 2012

UNIDAD 4. NARRATIVA LATINOAMERICANA. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ



 

María José Larre Borges
Trabajo presentado en el VII Congreso de la Asociación de Profesores de Literatura del Uruguay, Nueva Helvecia, Colonia, setiembre de 2012
Gabito a los siete años



Gabo a los dieciséis
De Gabito a Gabo
La biblioteca fundacional de un novel escritor
El caluroso y temperamental Caribe colombiano de los años 30 y 40 vio crecer a un niño, como todos, único. Sus primeras influencias literarias se encuentran, curiosamente, no en los libros, sino en las figuras dominantes de sus abuelos -dos modos de interpretar y contar la realidad- el papel fundante de la primera generación que nació con el cine sonoro, los siempre presentes boleros –“canciones que eran poemas”- y el contacto con los cuentos de hadas. Vendrían luego dos libros esenciales, a tempranísima edad, los primeros: el ya mítico diccionario de “Papalelo” y Las mil y una noches. Realismo y magia.  Más tarde, la escolarización. Pero ya no es Gabito ni Gabo. Es Gabriel.
La pregunta motivadora de esta ponencia, será, entonces: ¿qué tempranas lecturas fueron modelando la sensibilidad de Gabriel García Márquez, familiarizándolo con géneros, temáticas y estilos, construyendo, al fin, su peculiar subjetividad? 
 


Cierto pero de otro modo
“Porque las cosas que contaba les parecían tan enormes que las creían mentiras, sin pensar que la mayoría eran ciertas de otro modo.” (…) “Sólo años después me enteré que el doctor Barboza –vecino y amigo de la familia- era el único que me había defendido con un argumento sabio: “Las mentiras de los niños son señales de un gran talento.” Así recuerda, en sus Memorias, el escritor ya anciano al niño que fue en los años treinta: una inagotable fuente de relatos inverosímiles, pero, vaya paradoja, verdaderos.
Todo empezó en la casa natal, en Aracataca. “No puedo imaginarme un medio familiar más propicio para mi vocación que aquella casa lunática, en especial por el carácter de las numerosas mujeres que me criaron.”(…) “La abuela, por su parte, llegó a la conclusión providencial que el nieto era adivino.” (…) “Ahora pienso que no eran infamias de niño, (…) sino técnicas rudimentarias de narrador en ciernes para hacer la realidad más divertida y comprensible.” Como dice su biógrafo oficioso, Gerald Martin: “tal vez ningún escritor contemporáneo plantee en su obra con tanta convicción y tan misteriosamente, la relación entre la verdad, la ficción, la verosimilitud y la sinceridad como lo hace él.”
El abuelo Nicolás Márquez fue el personaje fundamental de la infancia del escritor; solía contarle historias y enseñarle el mundo circundante: las plantaciones de banano, los sobrevivientes de la guerra, los efectos de la explotación bananera, la matanza de los trabajadores de la United Fruit Company, ocurrida a manos del ejército en la estación ferroviaria de la vecina Ciénaga, en diciembre de 1928. Un día lo condujo de la mano al comisariato de la compañía bananera, hizo abrir una caja de pargos congelados y le enseñó el hielo.
El coronel, a quien Gabriel llamaba "Papalelo", describiéndolo como su “cordón umbilical con la historia y la realidad”, la figura más importante de su vida, fue también un excelente narrador y le enseñó, por ejemplo, a consultar frecuentemente el diccionario, lo llevaba al circo cada año y fue el primero en introducir a su nieto en el “milagro” del hielo, que se encontraba en la tienda de la compañía bananera. Frecuentemente decía: “Tú no sabes lo que pesa un muerto”, refiriéndose así a que no había mayor carga que la de haber matado a un hombre, lección que García Márquez más tarde incorporaría en sus novelas. “Fue el primer caso de la vida real que me revolvió los instintos de escritor y aún no he podido conjurarlo.”
Su abuela, Tranquilina Iguarán Cotes, a quien García Márquez llama la abuela Mina y describe como "una mujer imaginativa y supersticiosa" que llenaba la casa con historias de fantasmas, premoniciones, augurios y signos, fue de tanta influencia en el futuro escritor como su marido, e incluso es señalada por el escritor como su primera y principal influencia literaria, pues le inspiró la original forma en que ella trataba lo extraordinario como algo perfectamente natural cuando contaba historias y como sin importar cuán fantásticos o improbables fueran sus relatos, siempre los refería como si fueran una verdad irrefutable. Además del estilo, la abuela Mina fue una de las musas del personaje de Úrsula Iguarán, amalgama también, seguramente, de las influyentes Tías Pa, Nana y Mama.
Cada vez que la película le parecía apropiada, el abuelo compartía con Gabito una función de cine. Al día siguiente, le hacía contar la película en la mesa, le corregía los olvidos y errores y lo ayudaba a reconstruir los episodios difíciles. “Eran atisbos de arte dramático que sin duda de algo me sirvieron, sobre todo cuando empecé  a dibujar  tiras cómicas desde antes de aprender a escribir.”
Fue también Papalelo que lo puso en contacto por primera vez con la letra escrita a los cinco años, al consultar el diccionario por primera vez para conocer, luego de ver un ejemplar circense, la diferencia entre un dromedario y un camello.
“-Este libro no sólo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca”.(…)
“-¿Cuántas palabras tendrá?- pregunté.
-Todas- dijo el abuelo.”
“La verdad es que yo no necesitaba entonces de la palabra escrita, porque lograba expresar con dibujos todo lo que me impresionaba. (…) Sin embargo, cuando el abuelo me regaló el diccionario me despertó tal curiosidad por las palabras que lo leía como una novela, en orden alfabético y sin entenderlo apenas. Así fue mi primer contacto con el que habría de ser el libro fundamental en mi destino de escritor.”
Entre la colonia de venezolanos que poblaban el pueblo, estaba Misia Juana de Freytes, “una matrona rozagante que tenía el don bíblico de la narración. El primer cuento formal que conocí fue “Genoveva de Bragante”, y se lo escuché a ella junto con las obras maestras de la literatura universal, reducidas por ella a cuentos infantiles: la Odisea, Orlando furioso, Don Quijote, y muchos episodios de la Biblia”. “La voracidad con que oía los cuentos me dejaba siempre esperando uno mejor al día siguiente, sobre todo los que tenían que ver con la historia sagrada.” A los cuentos clásicos, la fantástica caraqueña le añadía una novedad: todos sucedían en su añorada ciudad, y los “malvados” eran los oficialistas, mientras que los “buenos”, los opositores como ella y su familia, todos bien identificados.
Un domingo, luego de la visita con su abuelo a la casa del belga, un veterano de la Primera Guerra que se había suicidado y de la impresión que le causara ver el cuerpo muerto, Gabito comentó:
-          El belga ya no volverá a jugar ajedrez.
“Fue una idea fácil, pero mi abuelo la contó en familia como una ocurrencia genial. Las mujeres la divulgaban con tanto entusiasmo que durante algún tiempo huía de las visitas por el temor de que lo contaran delante de mí o me obligaran a repetirlo. Esto me reveló, además, una condición de los adultos que había de serme muy útil como escritor: cada quien lo contaba con detalles nuevos, añadidos por su cuenta, hasta el punto de que las diversas versiones terminaban por ser distintas de la original.”(…) “Hoy me doy cuenta, sin embargo, de que aquella frase tan simple fue mi primer éxito literario.”
La relación con el abuelo no sólo le aportó el afecto y seguridad de que gozó en su infancia, sino una dimensión narrativa, épica y reveladora del mundo. La relación con la abuela y las tías, aunque igualmente dentro de una dimensión narrativa, supuso, por el contrario, una visión hogareña, intimista y fantasmagórica de la vida. Tranquilina Iguarán Cotes, una guajira descendiente de gallegos, se movía en un mundo de fronteras difuminadas entre vivos y muertos, y sólo estos merecían la atención de sus relatos. Entre las numerosas tías del escritor, destaca Francisca Simodosea Mejía (la ya mencionada Tía Mama), quien prácticamente lo crió y le transmitió una visión esmerada de la cultura autóctona. “En medio de aquella tropa de mujeres evangélicas, el abuelo era para mí la seguridad completa.”
La prima Sara Emilia Márquez, también criada por los abuelos, “tenía una personalidad fuerte que me abrió mis primeros apetitos literarios  con una preciosa colección de cuentos de Calleja, ilustrados a todo color, al que nunca me dio acceso por temor de que se la desordenara. Fue mi primera y amarga frustración como escritor.” Fue el esposo de Sara, José del Carmen Uribe Vergel, precisamente el primer escritor que conoció Gabito en su vida: “de inmediato quise ser igual a él, y no estuve contento hasta que la tía Mama aprendió a peinarme como él.”.
“Aprende a leer y escribir en 1935, a los ocho años, en la Escuela Montessori -por el que el estudiante es protagonista desde su experiencia y creatividad singular- fundada por Rosa Elena Fergusson, su primer amor. Allí  “estudiar era algo maravilloso como aprender a estar vivos” que le contagia su fervor por la poesía del Siglo de Oro español.  Su primera forma de expresión, empero, fue el dibujo, motivado por las historietas que conoció en los periódicos del coronel. No en vano el autor explica el inicio de su proceso creativo a partir de la visión de una imagen fuerte. “Me costó mucho aprender a leer, pero la maestra me enseñó los sonidos y no los nombres de las consonantes.”
Un día, mientras revuelve el cuarto donde los abuelos guardaban los cachivaches y recuerdos, Gabito encuentra un libro sin tapas. Era “Las mil y una noches”, donde Scherezade tiene la misma forma de narrar “a cara de palo” de la abuela. Desde entonces la lectura le fascina más que jugar, comer o pintar. Luego lee a Perrault, los hermanos Grimm, Dumas, Salgari y Verne.
Barranquilla y Gabriel Eligio
“Por su lado más admirable y conmovedor, papá fue un autodidacta absoluto, y el lector más voraz que he conocido, aunque también el menos sistemático.(…) En esa época hablamos de libros leídos y por leer, e hicimos en los puestos leprosos del mercado público una buena cosecha de historietas de Tarzán, Buck Rogers, Benitín y Eneas y de detectives y guerras del espacio.”
Gabito también fue ávido espectador, especialmente de las películas argentinas de Gardel y de Libertad Lamarque.
“Dos libros fueron mi droga feliz en aquellos años pedregosos: “La isla del tesoro” y “El Conde de Montecristo”. En cambio, no encontró el encanto prometido por su  maestro en la lectura del Quijote. “Hice otras tentativas en el bachillerato, donde tuve que estudiarlo como tarea obligatoria, y lo aborrecí sin remedio, hasta que un amigo me aconsejó que lo pusiera en la repisa del inodoro y tratara de leerlo mientas cumplía con mis deberes cotidianos. Sólo así lo descubrí, como una deflagración, y lo gocé al derecho y al revés hasta recitar de memoria episodios enteros.”


En Barranquilla, reconoce, comenzó su calvario eterno a causa de la ortografía, “que sigue asustando a los correctores de mis originales. Los más benévolos se consuelan con creer que son torpezas de mecanógrafo.”
Al terminar la primaria en la escuela Cartagena de Indias de Barranquilla, en 1940 comenzó los estudios de secundaria en el colegio jesuita de San José. Al calor de la revista del colegio y del ambiente intelectual y literario propiciado por los jesuitas, escribió sus primeras prosas y versos: “Crónicas de la Segunda División”, “Instantáneas de la Segunda División”, “Desde un rincón de la Segunda” y “Bobadas mías”. Publicadas en la revista Juventud y firmadas con los nombres de Capitán Araña, Gabito y Gabriel García. Estas primeras prosas y versos sólo pretendían ser humoradas, con las que ejercía el mamagallismo costeño – humor satírico, sin intenciones de ofensa sino de pura broma- costeño con sus condiscípulos y criticaba el ambiente monacal del colegio. A pesar de ser ya un lector ensimismado, el adolescente Gabo se sentía todavía más inclinado hacia el dibujo y la pintura: fue el encargado de las ilustraciones de la revista Juventud durante esos años.
“Además de escribir mis bobadas, hacía de solista en el coro, dibujaba caricaturas de burla, recitaba poemas en las sesiones solemnes, (…) que nadie entendía a qué horas estudiaba. La razón era la más simple: no estudiaba.” Tuvo de diagnóstico una fatiga nerviosa agravada por leer después de las comidas, y se le reglamentaron sus lecturas.
Fueron los años en el Colegio San José quienes le dieron la base retórica para soltar sus duendes, de la mano del movimiento poético Arena y Cielo, quienes se proponen renovar la poesía caribeña inspirados en su similar colombiano y grandes admiradores de Neruda y Juan Ramón Jiménez.
Zipaquirá: la soledad y el frío de los Andes, el encierro y otra vez: la lectura
Los últimos años de Secundaria los cursa en Zipaquirá, una pequeña ciudad colonial a 50 kilómetros al noroeste de Bogotá. No es tan malo, cada noche, un profesor lee en voz alta, primero durante media y luego una hora, un capítulo de “La montaña mágica” (que fue un gran éxito de “escuchas”), “Los tres mosqueteros”, “Madame Bovary” y otras novelas. Recuerda Gabriel al primer escritor que escuchó en estas noches: Mark Twain. 
Gracias al colegio y a los jóvenes profesores progresistas que orientan sus lecturas, se vuelve, literalmente y otra vez, loco por la literatura. Su voracidad lectora de los clásicos universales, sumada a la lejanía de la familia y a un carácter introspectivo, hicieron el resto. En sus encierros de fin de semana, lee toda la biblioteca, donde descubre, por ejemplo, a Dostoievsky, Fournier, De Amicis, José Eustasio Rivera, San Juan de la Cruz, Rómulo Gallegos, “todo lo bueno y todo lo peor que se había escrito en Colombia” y, por siempre, el diccionario del abuelo –“más infalible que el Papa de Roma”- que leía a trozos durante horas. “Nunca entendí por qué “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” de Federico Engels se estudiaba en las áridas clases de economía política y no en las clases de literatura, como la epopeya de una bella aventura humana”, dice Gabo.
Fue el tiempo de sus primeros discursos: uno preparado especialmente en y para el Secundario, una oración fúnebre y una arenga espontánea –la única de su vida- en la plaza pública celebrando el fin de la Segunda Guerra Mundial.
“Para mí, la literatura es poesía”
La formación literaria de García Márquez sería esencialmente poética hasta los veinte años. El movimiento poético “Piedra y cielo” está de moda. Carlos Martín, el benjamín del grupo, es rector del liceo hasta que lo echan. Antes, introduce a Gabo en la obra de Rubén Darío, cuya niñez tiene mucho parecido con la suya.  “Eran los terroristas de la época. Me aportaron el elemento de rebeldía contra el academicismo. Cuando vi lo que estos poetas se atrevían a hacer, me sentí alentado para seguir en la Literatura.” Martín hizo hincapié, sobre todo, en la vida y en la obra de Rubén Darío, que tendría una influencia notable en García Márquez, e invitó a los jefes de Piedra y Cielo a que visitaran Zipaquirá.
Con motivo de esta visita,  Gabo no sólo tuvo ocasión de conocer a Eduardo Carranza y a Jorge Rojas, sino que escribió a cuatro manos el primer reportaje de su vida, publicado en la Gaceta Literaria, órgano de expresión del grupo de «centro literario de Los Trece», al cual pertenecía él mismo. Eduardo Carranza, que dirigía entonces el suplemento literario de El Tiempo de Bogotá, le publicó, a finales de aquel año, un poema piedracielista titulado “Canción”, que, aunque firmado con el seudónimo de Javier Garcés, puede considerarse la primera publicación literaria de García Márquez. Durante ese mismo año, apareció en la misma Gaceta Literaria el primer texto lírico con cierta intención creativa que se conoce del escritor: “El instante de un río”.
Lector y hacedor de poemas modernistas y piedracielistas, Calderón Hermida se encargó, sin embargo, de encaminar a su alumno por el rumbo de la prosa. Además de los clásicos –Homero, Virgilio, Sófocles, Dante, Shakespeare, Tolstoi- se familiariza nuevamente con lecturas tan disímiles como las del siglo de Oro, la literatura colombiana y las profecías de Nostradamus. El “castigo” cada vez que comete una falta disciplinaria, es escribir un cuento. El primero se llama “Psicosis obsesiva” y tiene rasgos kafkianos, aunque Gabo no conoce aún a este autor. Se trata de las peripecias de una niña de siete años que se convierte en mariposa. El título que refleja la influencia de las lecturas de Freud de esa época.
Con un gran acerbo de lecturas, una buena cosecha de poemas piedracielistas (“La espiga”, “La muerte de la rosa”, “Si alguien llama a tu puerta”, “Tercera presencia del amor”); un excelente dominio del dibujo y la convicción de que algún día sería poeta, García Márquez terminó el bachillerato en Zipaquirá a finales de 1946 como el número uno de su promoción con un libro especial, que el propio narrador define de “inolvidable”: “Vidas de filósofos ilustres, de Diógenes Laercio”.
Como muestra, vayan en homenaje los dos últimos tercetos del “Soneto matinal a una colegiala ingrávida”, dedicado supuestamente a quien será por siempre su esposa, Mercedes, “el cocodrilo sagrado”, aunque el escritor, pícaro, nunca lo haya confirmado ni desmentido:
“Si se viste de azul y va a la escuela,
no se distingue si camina o vuela
porque es como la brisa, tan liviana

que en la mañana azul no se precisa
cuál de las tres que pasan es la brisa,
cuál es la niña y cuál es la mañana.”

O el final del Soneto Casi insistente en una noche de serenata, cuya huella imborrable de Darío y Neruda se percibe a lo lejos:

“Quiero querer con música. Y quiero
que me quieran con tono verdadero
casi en azul y casi eternamente.

Será porque ese ritmo me arrebata,
o tal vez porque oyendo serenatas
me duele el corazón musicalmente.”

Zipaquirá, más allá de los libros, es lindera con Bogotá, época en que Gabo vio nacer “la violencia”, como se la conoce eternamente en Colombia, y del que “La mala hora” será, de sus obras, su más fiel testimonio epocal.
Nueve meses después de culminado su Bachillerato y, a punto de cumplir veinte años, ve publicado su primer cuento en el prestigioso diario “El Espectador” y comienza a vivir del periodismo y a escribir sin pausa y sin remedio. Y vendrá el contacto con los grandes renovadores la narrativa contemporánea. Y la consagración. Ya no es Gabito ni Gabo. Es Gabriel.
Gabito, nieto e hijo de mujeres fantasiosamente prácticas, nieto e hijo de hombres vehementes y aventureros, Gabo será, ya desganado universitario, caribe musical y parrandero, Gabriel, loco literalmente, como aquel otro, por los libros. García Márquez, hijo literario de prolífera ascendencia, pero sobre todo de una extraña pareja: el maestro del cuento, al sur del Mississipi, y la estupenda británica de casto nombre: William y Virginia.                           ________________________________________
Bibliografía:
García Márquez, Gabriel. Vivir para contarla. Random House Mondadori, Buenos Aires, 2010.
Martin, Gerald. Gabriel García Márquez. Una vida. Sudamericana, Buenos Aires, 2009.
Mendoza, Plinio Apuleyo. Aquellos tiempos con Gabo. Plaza & Janés. Barcelona, 2000.
Saldívar, Dasso. García Márquez. Viaje a la semilla. La biografía. Santillana, Madrid, 1997.





El abuelo, "Papalelo" (Coronel Nicolás Márquez)

La abuela Tranquilina Iguarán  ("Mina"... ¿algo de Úrsula, tal vez?)


Un poco de humor

¡Mil disculpas, don Pablo!