viernes, 23 de marzo de 2012

UNIDAD INTRODUCTORIA- Sturm und Drang

Sturm und Drang (Tormenta y Pasión):
(traducido del Oxford Dictionary of Literary Terms, Prof. María José Larre Borges)

Sturm und Drang /shturm unt drang/ fue el nombre dado a un movimiento de corta duración pero importante relevancia de la literatura germánica en el entorno de 1770. Como precursor del Romanticismo, fue apasionadamente individualista y rebelde, manteniendo una actitud de hostil frente al Racionalismo francés y la Ilustración.
El término fue tomado del título de una obra de F. Klinger (1776), pero los líderes del movimiento fueron J. Herder y J.W. Goethe. Herder, inspirado en el primitivismo de Rousseau, estimuló el culto por la épica celta antigua y admiró las cualidades “naturales” de Shakespeare y de las canciones folclóricas. El drama trágico de Goethe Götz von Berlichingen (1773), una obra sobre un líder de una revuelta campesina del siglo XVI, es la obra mayor del Surm und Drang, mientras que su novela sentimental sobre el amor, la desesperanza y el suicido, Las cuitas del joven Werther (1774), es la novela más importante. Un producto algo tardío del movimiento fue la obra de F: Schiller Los bandidos (1781), que influenció el desarrollo posterior del melodrama.
 
“Los Sufrimientos del Joven Werther”  (1774) constituye un momento fundamental en la literatura; un acto de resistencia frente al llamado a su racionalización. Representa el aporte de Goethe hacia la configuración de un concepto de lo humano en donde haya cabida para el sentimiento y el desborde.  Es considerado uno de los textos más representativos del Sturm und Drang. He aquí un fragmento:

10 DE MAYO

«Reina en mi espíritu una alegría admirable, muy parecida a las dulces alboradas de la primavera, de que gozo aquí con delicia. Estoy solo, y me felicito de vivir en este país, el más a propósito para almas como la mía, soy tan dichoso, mi querido amigo, me sojuzga de tal modo la idea de reposar, que no me ocupo de mi arte. Ahora no sabría dibujar, ni siquiera hacer una línea con el lápiz; y, sin embargo, jamás he sido mejor pintor.
Cuando el valle se vela en torno mío con un encaje de vapores; cuando el sol de mediodía centellea sobre la impenetrable sombra de mi bosque sin conseguir otra cosa que filtrar entre las hojas algunos rayos que penetran hasta el fondo del santuario, cuando recostado sobre la crecida hierba, cerca de la cascada, mi vista, más próxima a la tierra, descubre multitud de menudas y diversas plantas; cuando siento más cerca de mi corazón los rumores de vida de ese pequeño mundo que palpita en los tallos de las hojas, y veo las formas innumerables e infinitas de los gusanillos y de los insectos; cuando siento, en fin, la presencia del Todopoderoso, que nos ha creado a su imagen, y el soplo del amor sin límites que nos sostiene y nos mece en el seno de una eterna alegría; amigo mío, si los primeros fulgores del alba me acarician, y el cielo y el mundo que me rodean se reflejan en mi espíritu como la imagen de una mujer adorada, entonces suspiro y exclamo: «¡Si yo pudiera expresar todo lo que siento! ¡Si todo lo que dentro de mí se agita con tanto calor, con tanta exuberancia de vida, pudiera yo extenderlo sobre el papel, convirtiendo éste en espejo de mi alma, como mi alma es espejo de Dios!» Amigo... Pero me abismo y me anonadan tan magníficas imágenes."

martes, 20 de marzo de 2012

UNIDAD INTRODUCTORIA. EL SIGLO XVIII FRANCÉS. DE LA ILUSTRACIÓN AL PRE-ROMANTICISMO.

 EL PATRIOTISMO FRANCÉS, de Pierre-Alexandre Wille

LA BALSA DE LA MEDUSA, de Théodore Gericault

(Texto extraído y traducido de “XVIIIe SIECLE”, Lagarde & Michard; Edit. Bordas, París, 1967)

Introducción

El siglo XVII, a pesar de las diversas corrientes que lo atraviesan, se define fundamentalmente como cristiano, monárquico y clásico, dejando una impresión general de estabilidad. Por el contrario, el siglo XVIII es un período de movimiento que culmina en una crisis violenta que empequeñece un sistema político y social secular e instaura un nuevo orden. Desde el absolutismo de Luis XIV hasta Napoleón Bonaparte, hay un gran camino recorrido. Las pérdidas de las colonias de India y Canadá en manos inglesas fueron también un duro golpe. Un fermento intelectual y social preparó la Revolución Francesa, mientras que, desde el punto de vista literario, el pre-romanticismo suplantaba poco a poco el ideal clásico. La Literatura, generalmente militante, se alió estrechamente con las reivindicaciones de la Revolución.

La sociedad, las costumbres

La Corte deja de ser el centro del país y la fuente de opinión. El movimiento de ideas se hace en contra de ella y no por ella. En su rol intelectual y social, es suplantada por los Salones, los cafés y los clubes. Estos se distinguen por el gusto por la conversación brillante, fundan y funden reputaciones, procuran a los escritores admiradores entusiastas, relaciones útiles, a veces ayuda material, y suscitan entre ellos una emulación de espíritu y de coraje. Al inicio literarios y mundanos, poco a poco se convierten en filosóficos. El movimiento de ideas va a favorecer el gusto por todos los placeres: se cree en la felicidad en este mundo, y los filósofos rehabilitan -en contra del cristianismo- las pasiones y los instintos, aunque algunos escritores, como Rousseau, reaccionan violentamente contra la decadencia de las costumbres y proponen el gusto por la vida simple, el sentimiento y la virtud.


EL SIGLO DE LAS LUCES

Las ideas

El siglo XVIII estuvo apasionado por las ideas. Las discusiones ideológicas, las tesis, los sistemas, invaden todos los géneros literarios, muchas veces en detrimento de lo artístico. Los filósofos dieciochescos se dedicarán a una revisión crítica de las nociones fundamentales en relación con el destino del hombre y la organización de la sociedad. Caracterizado por una confianza completa en la razón humana, encargada de resolver todos los problemas y por una fe optimista en el progreso, el espíritu filosófico es un nuevo humanismo. Encuentra su expresión más perfecta en la Enciclopedia, gran obra colectiva destinada a difundir las “luces”, a combatir la intolerancia y el despotismo y a contribuir de esta forma en la felicidad de la humanidad.

Ciencia y literatura

Desde el comienzo de siglo, la ciencia destronó a la metafísica y ejerció una influencia considerable en la Literatura. La filosofía positivista demanda a las ciencias experimentales hechos medibles, observables, controlables; y siguiendo este ejemplo renuncia a descubrir el porqué de las cosas para preguntarse el cómo. No existe escritor que no profundice en conocimientos científicos. Las ciencias naturales, menos abstractas que las matemáticas, son bastante frecuentadas por los ellos.


Literatura y otras artes

Se establecen relaciones más estrechas entre la Literatura y las Bellas Artes, que el gusto de Voltaire une en su ideal de civilización refinada. En los Salones, sobre todo de la mano de Diderot, surge la crítica de arte como género literario. Los escritores se vinculan con (e inspiran de) pintores, escultores y músicos. En algunos pintores se aprecia la presencia del pre-romanticismo (Fragonard, por ejemplo) y en otros se traduce el gusto por la severidad romana, tan característica de la Revolución Francesa. Pero será el estilo realista el que prime en los grandes pintores y escultores.

Cosmopolitismo

Francia sirvió de modelo al continente europeo entero por su Literatura, sus artes en general, sus modas, su elegancia y su espíritu. El estilo rococó se imita en toda Europa. En este ambiente, los escritores franceses se llaman a sí mismos europeos e incluso ciudadanos del mundo. Creyentes de la universalidad de la razón, combaten los regionalismos y los prejuicios nacionales. Los filósofos responden a un ideal de paz y civilización.

Influencias extranjeras

Los artistas se apasionan por la música italiana, por la influencia del escritor alemán Goethe, pero sobre todo por la influencia inglesa: Newton, Locke, Swift; se traduce e imita a Shakespeare. Esta “anglomanía” se revela también en las costumbres: se crean los clubs, se toma el té, se prefieren los parques a la inglesa a los jardines franceses.


RACIONALISMO Y SENSIBILIDAD

La primera mitad del siglo XVIII está marcada por el racionalismo filosófico, pero la segunda por la sensibilidad pre-romántica. De todas formas, no es acertado hablar de una ruptura brusca: en pleno delirio de la sensibilidad, la razón no pierde su lugar, e inversamente la corriente emocional existía, subyacente, desde el comienzo del siglo. La regla cartesiana de la evidencia, que proviene del siglo anterior, es el punto de partida del racionalismo crítico. LOS FILÓSOFOS RECHAZAN TODA AUTORIDAD QUE NO SEA LA DE LA RAZÓN. Más audaces que el propio Descartes, abandonan su metafísica, sometiendo a un libre examen la revelación, los dogmas y la moral del cristianismo así como las instituciones políticas y sociales. La literatura se hace militante: los escritores lideran la opinión y preparan el porvenir.

Sensibilidad pre-romántica

En el auge de la Enciclopedia, del racionalismo de Voltaire, del rechazo a la poesía como género, de la primacía de la filosofía de la mano de Voltaire, surge, sin embargo, una tendencia totalmente opuesta al racionalismo crítico. Con los escritores Diderot y Rousseau, las emociones se desencadenan, invadiendo de lágrimas a la Literatura. No se trata solamente de una sensibilidad delicada: son los instintos afectivos más profundos que, tanto tiempo reprimidos, reclaman su revancha.
En este siglo mundano y social, varios escritores se encuentran consigo mismos solamente en el fondo de su soledad, en una comunión inefable con la vida universal, unión perfecta de todas las armonías entre la naturaleza y sus propias almas. La poesía empieza a resurgir. Al análisis clásico de los sentimientos, le sigue un arte más afectivo, cuyo poder residen sobre todo en la sugerencia. Exaltación del yo, lirismo personal, gusto por las emociones, por la melancolía y la soledad, sentimiento de la naturaleza, son estos los rasgos fundamentales del pre-romanticismo.

“Con Voltaire, termina un mundo: con Rousseau, comienza otro.” Goethe

UNIDAD INTRODUCTORIA. Historia del buen brahmín. Voltaire (1694-1778)

 
En el curso de mis viajes tropecé con un viejo brahmín, hombre de muy buen juicio, lleno de ingenio y muy sabio; además, era rico, y por lo tanto su juicio era aún mejor; pues, al no carecer de nada, no tenía necesidad de engañar a nadie. Su familia estaba muy bien gobernada por tres hermosas mujeres que se esforzaban por complacerlo; y cuando no se distraía con mujeres, se ocupaba de filosofar.
Cerca de su casa, que era bella, bien adornada y rodeada de jardines encantadores, vivía una vieja india beata, imbécil y bastante pobre.
Cierto día el brahmín me dijo:
-Quisiera no haber nacido.
Le pregunté por qué. Me respondió:
-Hace cuarenta años que estudio, y son cuarenta años perdidos; enseño a los demás y yo lo ignoro todo: esta situación hace que mi alma se sienta tan humillada y asqueada que la vida me resulta insoportable. He nacido, vivo en el tiempo y no sé lo que es el tiempo; me encuentro en un punto entre dos eternidades, como dicen nuestros sabios, y no tengo ni la menor idea de la eternidad. Estoy compuesto de materia; pienso, y jamás he podido llegar a saber lo que produce el pensamiento; ignoro si mi entendimiento es en mí una simple facultad, como la de andar o la de digerir, y si pienso con mi cabeza como cojo las cosas con mis manos. No solamente me es desconocido el principio de mi pensamiento, sino que incluso el principio de mis movimientos me es igualmente ignorado: no sé por qué existo. Sin embargo, todos los días me hacen preguntas acerca de todos esos mundos; y hay que responderlas; no tengo nada interesante que decir; hablo mucho, y después de haber hablado me quedo confuso y avergonzado de mí mismo.
"Lo peor es cuando me preguntan si Brahma fue producido por Visnú o si los dos son eternos. Dios es testigo de que no sé ni una palabra de todo eso, y bien que se ve por mis respuestas. '¡Ah, reverendo padre! (me dicen), explícanos cómo el mal inunda toda la tierra.' Mi ignorancia es igual a la de los que me formulan esta pregunta; a veces les digo que en el mundo todo va del mejor modo posible; pero los que se han arruinado o han sido mutilados en la guerra no me creen, y yo tampoco me lo creo; me retiro a mi casa abrumado por mi curiosidad y mi ignorancia. Leo nuestros antiguos libros y ellos espesan todavía más mis tinieblas. Hablo con mis compañeros: los unos me responden que hay que gozar de la vida y burlarse de los hombres; los otros creen saber algo y se pierden en ideas extravagantes; todo aumenta el sentimiento doloroso que experimento. A veces estoy a punto de caer en la desesperación cuando pienso que, después de tanto estudiar, no sé ni de dónde vengo, ni lo que soy, ni adónde iré, ni lo que será de mí."
El estado de este buen hombre me causó verdadera pena: nadie era más razonable ni más sincero que él. Comprendí que cuantos más conocimientos tenía en su cabeza y más sensibilidad en su corazón, más desgraciado era.
Aquel mismo día vi a la vieja que vivía cerca de su casa; le pregunté si alguna vez se había sentido afligida por no saber cómo estaba hecha su alma. Ella ni siquiera comprendió mi pregunta: en toda su vida nunca había reflexionado ni un momento acerca de una sola de las cuestiones que torturaban al brahmín; creía con toda su alma en las metamorfosis de Visnú, y con tal de poder tener de vez en cuando agua del Ganges para lavarse, se consideraba la más feliz de las mujeres.
Impresionado por la dicha de aquella pobre mujer, volví a visitar a mi filósofo y le dije:
-¿No le avergüenza ser desgraciado cuando a su puerta hay una vieja autómata que no piensa en nada y que vive contenta?

-Tiene usted razón -me respondió-; cien veces me tengo dicho que yo sería feliz si fuese tan necio como mi vecina; sin embargo, no quisiera semejante felicidad.
Esta respuesta de mi brahmín me produjo mayor impresión que todo lo demás; me examiné a mí mismo y vi que, en efecto, no quisiera ser feliz a condición de ser imbécil.
Propuse el dilema a unos filósofos, que fueron de mi misma opinión.
Y no obstante -decía yo-, hay una escandalosa contradicción en esta manera de pensar; porque, al fin y al cabo, ¿de qué se trata? De ser feliz. ¿Qué importa tener talento o ser necio? Todavía hay más: los que están satisfechos de cómo son, están muy seguros de estar satisfechos; los que razonan, no están tan seguros de razonar bien. Está, pues, bien claro -decía yo- que habría que aspirar a no tener sentido común, por poco que este sentido común contribuya a nuestra infelicidad. Todo el mundo fue de mi parecer, y sin embargo no encontré a nadie que quisiera aceptar el trato de convertirse en imbécil para vivir contento. De lo cual deduje que, aunque apreciamos mucho la felicidad, aún apreciamos más la razón.
Pero, después de haber reflexionado sobre el asunto, me parece que preferir la razón a la felicidad es ser muy insensato. ¿Cómo, pues, puede explicarse esta contradicción? Como todas las demás. Hay aquí materia para hablar muchísimo.